domingo, 26 de enero de 2025 01:58
Murió ayer Ramón Iturre, un hombre sencillo y de trabajo que no ostentó grandes títulos ni cargos, pero cuya partida tocó el sentimiento de toda la comunidad catamarqueña.
Iturre fue para muchos el canillita de toda la vida, con su puesto en la esquina de Rivadavia y República, donde durante más de medio siglo trabajó cada mañana, suficiente para lograr que todos los vecinos lo conocieran.
Antes había trabajado como lustrabotas, y también realizó alguna tarea de cadetería.
Alcanzó notoriedad como representante de sus colegas a través del gremio de los canillitas, y vivió épocas de esplendor y otras difíciles, hasta padecer en los últimos años los efectos de la decadencia de un rubro afectado por los avances tecnológicos.
Peripecias al margen, lo quería todo el mundo. Ayer lo despidieron desde el bloque de diputados de la Unión Cívica Radical, partido en el que militaba, hasta el intendente capitalino Gustavo Saadi, identificado desde siempre con el peronismo. Así era Iturre, un “laburante” que se llevaba bien con todos.
Criado en el barrio Marcos Avellaneda a la vera del Arroyo Fariñango, vivía actualmente camino a El Jumeal.
Le gustaba el fútbol y jugó en varios elencos amateurs, y ya más grande en la Liga de Veteranos, donde actuó para equipos como Marcos Avellaneda, Tesorieri, Duca y los Amigos.
Humilde y comprometido, llegó a ser distinguido como “ciudadno ilustre” de la Capital. Hombre con mucha calle, sabía que su negocio iba “cuesta abajo”, y llegó a decir en una nota con El Esquiú Play que algunas personas le compraban el diario “de lástima”.
En realidad su figura toda queda como un símbolo de otra época, de otras costumbres, de otra Catamarca que muchos recordaron con nostalgia a partir de la noticia de su muerte.
Iturre sabía de madrugadas, de patear la calle, y de olfatear al instante al automovilista que se frenaba para comprar el diario, al que le acercaba su ejemplar al trote.
Se habrá juntado ya con su querido hermano Nabor, fallecido trágicamente, mientras la tarea abandonada quizás quede en familia con su otro hermano, Carlos, que siempre lo ayudó con el puesto.
Iturre padecía cáncer y enfrentó el proceso silenciosamente, luchando hasta donde pudo.
Deja un recuerdo lleno de afecto, y la tranquilidad para su familia de saber que fue un hombre de bien.
Hoy a las 8 se realizará una bendición del cuerpo presente, y a las 10 se hará el sepelio en el cementerio Valle de la Paz a las 10.