Los hermanos contra los primos en la ciudad y el hijo contra la “madre” política en la provincia de Buenos Aires. La política se ha vuelto una novela turca en la Argentina encarnada en dos elecciones que parecían triviales, pero que hoy devinieron batallas cruciales que podrían definir, incluso, el futuro del gobierno de Javier Milei.
Hay que convenir que Kicillof resultó más audaz que el apichonado Alberto Fernández, pero que su jugada de supervivencia roza, al mismo tiempo, lo temerario.
¿Qué busca con ella? Un asesor fuerte de Kicillof lo explicó así: “Hace rato que Axel está poniendo la firma sobre cajas de la política que solo van para Máximo y sus amigos, pero sobre todo no quiere ser otro Alberto Fernández. Para Axel es mejor perder que ser otro Alberto Fernández”, dramatiza uno de los hombres que tejieron acuerdos sustanciales con los intendentes del conurbano que ahora le responden al gobernador y no al presidente del PJ, Máximo Kirchner.
Andrés “el Cuervo” Larroque, el antiguo íntimo amigo de Máximo, aquel que compartía horas de pesca en los lagos de la Patagonia, devino ahora el Judas de los Kirchner. El Cuervo, junto con el ministro de Gobierno, Carlos Bianco, fueron los encargados de “comerle” la mayoría de los jefes comunales al hijo de Cristina.
Con esa jugada, Axel les ganó a Máximo y a su madre en los hechos, aunque no en las urnas. Es cierto que los ayuda el contexto: el peronismo sabe que el liderazgo de Cristina Kirchner es un tapón, no solo para la autonomía de cualquier dirigente, sino también para una renovación generacional del partido. Quieren liberarse del “secuestro”, como diría Mauricio Macri, pero parece que, hasta ahora, no logran conseguir el capital político (los votos) para pagar el rescate.
Como explica el periodista de La Nación Mariano Spezzapria, especialista en los avatares del PJ bonaerense: Axel es fuerte en el interior bonaerense y en la primera sección electoral (la zona norte), pero no en la tercera (la más populosa y decisiva), territorio en el que Cristina amenaza con darle batalla. Busca enfrentar al “hijo” político a quien ella afirma haber “rescatado” de un centro de estudiantes. Aunque la historia no fue tan así, enseguida veremos por qué.
La Cámpora ya le presentó batalla a Kicillof en la Legislatura bonaerense. Las huestes de Cristina buscarán sacar las elecciones concurrentes mediante una ley que pise el decreto del gobernador, que las desdobla. El cristinismo busca llevar el debate al terreno constitucional: ¿quién debe convocar a las elecciones, el gobernador o la Legislatura? Pero lo que buscan, sobre todo, es mantener las PASO, que Kicillof se empeña en suspender. Los especialistas en poroteos admiten que a Axel no le dan los números para anular las primarias.
Entonces, si finalmente Cristina y Axel compitieran en unas PASO y la “madre” política le ganara a quien alguna vez fue uno de sus mejores “cuadros técnicos profesionales”, la carrera política del gobernador podría quedar herida de muerte. Después de una derrota semejante está claro que no podría ser candidato presidencial por el peronismo en 2027, como sueña. El duelo es a todo o nada. ¿Matricidio o filicidio? El final es electrizante.
Suspensión o no de las primarias será el eje del debate de los próximos días en el territorio bonaerense. Máximo Kirchner y La Cámpora ya están alistados para retirarse del gobierno de Kicillof y dejarlo solo.
La intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, la que alguna vez fue la única chica en la cúpula de los jóvenes camporistas, salió ayer a tildar de “caprichoso” al gobernador y metió el dedo en el verdadero fondo de la cuestión: Axel tiene que explicar cuál es la diferencia que tiene con Cristina; todos estábamos pidiendo ir juntos en una sola elección, dijo. Y luego lo fulminó: “Axel es un hombre grande, sabe lo que hace y lo que hizo es cortarse solo”. Quizás el problema más grave del gobernador sea que, hasta ahora, no compuso ninguna canción nueva, que sepamos. Las canciones nuevas que él mismo proponía y no “una que sepamos todos”. Quizá “no se pudió”.
La realización de las PASO, que se harían en julio, es crucial para Cristina Kirchner porque le permitirían rápidamente acceder a los fueros, que tanto necesita. La Corte Suprema tiene entre sus manos el aval de la doble condena en la causa Vialidad, el famoso expediente que juzgó las irregularidades en la obra pública de Santa Cruz. Cuanto antes la expresidenta sea candidata, menos tiempo tiene el máximo tribunal para expedirse y más políticamente dificultoso se torna el asunto.
Los juristas descuentan que, tarde o temprano, finalmente irá presa. Con prisión domiciliaria porque tiene más de 70 años. El enigma es si la definición llega antes o después de estas elecciones. La mayoría de los especialistas apuestan a que será después, y esa es otra de las razones por las cuales ella necesita ganarle a su antiguo delfín. Veamos.
La novela turca bonaerense intensifica su entusiasmo. La necesidad de ganarle a Kicillof, además de la razón obvia de salvar lo que considera su propio territorio –como los Macri consideran a la ciudad–, encierra un motivo más oculto: la narrativa del lawfare. Probablemente con esa condena acudirá a organismos internacionales y pretenderá demostrar que la principal líder opositora fue proscripta por la Justicia. Lo que no pudo la política ni el peronismo –sacarla de la cancha de juego– podría lograrlo la Justicia.
Si así fuera, el proceso sucesorio del peronismo podría ser más judicial que político. Intendentes como Mario Secco o Jorge Ferraresi, los principales promotores de la autonomía de Kicillof, saben que con Cristina como lideresa peronista jamás tendrán un futuro independiente. Siempre serán sus empleados. Ya probaron esa opción: ahora quieren otra canción, aunque les está costando encontrar la melodía. El problema de fondo es que ni Kicillof ni mucho menos Cristina o Máximo Kirchner tienen para ofrecerle a la Argentina un proyecto de futuro. Ni siquiera ideas novedosas.
Cristina siempre quiso despegarse de la figura de Isabel Perón y, de hecho, ambas viudas tienen efectivamente dimensiones incomparables. En las peleas con los machos alfa del peronismo, la expresidenta solía defenderse con una sola frase: “¡Ojo que yo no soy Isabelita, eh!”. Y, sin embargo, sus finales podrían parecerse. Si la segunda esposa de Perón estuvo presa en El Messidor, una residencia ubicada en Neuquén, la viuda de Kirchner podría purgar su condena en El Calafate.
Claro que, en esas circunstancias, “el lugar en el mundo” de Cristina devendría una meca peronista del fin del mundo, por donde desfilarían sus fanáticos. No fue ese el caso de Isabelita, cuyos cinco años de cárcel durante la dictadura militar, entre El Messidor y la quinta bonaerense de San Vicente, incluyeron un intento de suicidio.
Pero ¿de dónde surgió Axel Kicillof y cómo consiguió un lugar tan relevante al lado de “la jefa”? Quien hoy desafía a la principal líder del peronismo fue un dirigente estudiantil emergente de la crisis de 2001. Es cierto que dirigía un centro de estudiantes en la Facultad de Ciencias Económicas, TNT (Tontos pero no Tanto), y sus ideas estaban más lejos del peronismo que la Tierra de Marte. Como diría Milei, entonces era un “soviético”, con una ideología cercana a la extrema izquierda.
Sin embargo, ya antes de que Cristina lo “rescatara” (paradojas del destino: ahora quien busca rescatarse es el propio Kicillof), el gobernador ya había orbitado en las mieles de la “casta”, nada menos que las del menemismo. Pocos lo saben, pero entre 1995 y 1996, Kicillof fue asesor de Economía de una subsecretaría, durante el gobierno de Carlos Menem. Luego, en 1997, fue consultor del gobierno de Formosa, cuyo gobernador era aliado del riojano.
Esta semana, aquel joven idealista de izquierda que orbitaba siempre en los márgenes de las grandes ligas dio un golpe sobre la mesa. Ya no es con Cristina, sino contra Cristina, bramó en la intimidad. ¿Le dará el coraje para semejante embestida?
Conforme a los criterios de