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El insólito motivo por el que cayó el filósofo que encerró a sus hijos por 4 años

sábado, 3 de mayo de 2025 23:00

Los detalles de “La casa de los horrores” en Oviedo siguen surgiendo con el correr de las horas. Todo comenzó con la denuncia de una vecina, pero fue la “compra desaforada” de pañales lo que encendió las alarmas.

Christian Steffen, un filósofo que se presentaba como “cazatalentos” y gestor de recursos humanos “independiente”, aseguraba que vivía solo en el chalet 15B de la calle Toleo.

Sin embargo, Silvia, una profesora universitaria, vio desde su ventana, en el chalet 15A, a alguien que parecía una nena que jugaba en el jardín donde vivía el hombre “solitario y extremadamente discreto”. En el reportaje publicado por el periodista Quico Salcedo de El Mundo, se cuenta que esta fue una de las primeras señales de que algo ocurría en esa casa.

Desde que Steffen alquiló el chalet, en octubre de 2021, la vecina pudo comprobar que el lugar estaba vacío y casi abandonado. Solo veía que él se asomaba, siempre con barbijo, a retirar la comida y las compras que entregaban en la puerta.

El interés de Silvia aumentó hasta el punto de observar toda la actividad en ese chalet. Y un día, vio cómo subía y bajaba una persiana en el segundo piso o se movía una cortina al mismo tiempo que el vecino salía. Incluso, la mujer creía escuchar voces de chicos.

Después de estar segura de que sus sospechas no eran infundadas, la vecina radicó la denuncia en el servicio de Infancia y Familia del Ayuntamiento de Oviedo el 14 de abril. Inmediatamente, la policía local activó la “operación jaula”.

Solo había una persona empadronada desde febrero de 2022. Era Christian Steffen, de nacionalidad alemana, un aparente nómade digital que únicamente salía de su vivienda para retirar los pedidos habituales. Por esto, decidieron indagar en su lista de compras.

“Y esa fue la pista que lo detonó todo. Aquello era la compra de una familia, no de una persona, y había algo que no cuadraba en absoluto: un consumo desaforado, o al menos llamativo, de pañales. No se oían bebés, se suponía que había al menos una niña de unos siete u ocho años, pero compraba pañales», explicó la Policía Local al diario español.

Además, la profesora comenzó a fotografiar lo que veía para recabar más pruebas y sostener su palabra. En sus imágenes, se “veían bultos tras los cristales de las ventanas” y estaba “convencida de que eran los niños”, a pesar de que la policía no coincidía con ella.

De todas formas, el jefe de la Policía Judicial, que estaba encargado del caso, decidió allanar el chalet el 28 de abril, exactamente dos semanas después de que se radicara la denuncia.

Fue entonces cuando la policía y dos trabajadoras sociales descubrieron el horror que conmocionó al mundo. Los agentes encontraron al hombre “descalzo y desaliñado”, y este admitió que había nenes en la casa. También vieron a la esposa Melissa Ann Steffen, quien dijo que sus hijos estaban “muy enfermos”.

Los mellizos de 8 años y el nene de 10 tenían pañales y usaban barbijos en el momento en que los rescataron.

Un entorno de control y la obsesión por el COVID-19

La casa, que alguna vez fue hogar del futbolista Markel Susaeta, se convirtió en una prisión. Los chicos vivían en un entorno controlado y obsesionado con la salud. “Había máquinas de ozono para purificar el aire y los niños llevaban mascarillas triples”, detallaron los investigadores.

“Los padres aseguraban que sus hijos no sabían controlar sus esfínteres, pero se ha demostrado que eso es falso en el informe del pediatra”, indicaron. Tampoco sufrían las “graves cardiopatías” a las que aludieron los padres. “Estaban obsesionados con que sus hijos tenían patologías graves y se iban a morir por la pandemia», dijeron las fuentes a El Español.

El consumo de agua en la casa era desproporcionado, pero no para tomarla, sino posiblemente para ducharse compulsivamente. “Gastaban tres veces más de lo habitual en una familia convencional, hasta el punto de que la dueña de la casa llegó a pensar que tenía una avería en la red de abastecimiento”, aseguraron.

“Solo bebían agua embotellada” y la casa estaba llena de bidones vacíos, mientras que el baño de invitados se usaba como vertedero de pañales.

Según los investigadores, todas las persianas de la casa estaban cerradas, excepto las de las dos habitaciones de los nenes “que podían estar abiertas exactamente hasta la mitad de la ventana”. Pero Christian había decretado un toque de queda: «A las cinco y diez de la tarde, todos los días, los niños debían bajar las persianas de sus cuartos“.

Nadie en el barrio los había visto jamás. “No sabíamos ni que la casa estaba habitada”, resumió una vecina. “Nunca les vimos o escuchamos. Ni con niños ni sin ellos”, agregó.

El Juzgado de Instrucción número 3 de Oviedo, junto al Ministerio Fiscal, decretó prisión preventiva sin fianza para los padres, acusado de maltratos, abandono y detención ilegal. Además, les sacaron la patria potestad y la custodia de los menores, ahora bajo el cuidado del Principado de Asturias.

Ahora, los niños serán evaluados psicológicamente para determinar el impacto de este encierro en su salud mental.

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