Un año y medio después, Javier Milei logró unir a la mayoría de los periodistas argentinos.
Un año y medio después de asumir la Presidencia, aquellos colegas que lo apoyaban entendieron que no podían seguir defendiendo a quien persigue a los que piensan distinto; aquellos que se habían tomado un tiempo para analizar cuán republicano es un Presidente responsable de la mitad de las agresiones a los periodistas, comprendieron que estaban ante un líder autoritario; y aquellos que siempre advirtieron de su peligro, confirmaron sus peores sospechas.
El buen periodismo. El jueves pasado, muchos de los periodistas más prestigiosos se hicieron presentes en la Biblioteca Nacional para participar del acto de la Academia Nacional de Periodismo.
Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Allí se distinguió como académico honorario a Jorge Lanata (una distinción que no había podido recibir por su estado de salud y que ahora retiraron sus hijas Bárbara y Lola), y se entregaron los premios Pluma de Honor a Leila Guerriero (por el año 2024) y a Jorge Fernández Díaz (por 2025).
Lanata fue uno de los dos periodistas que le inició un juicio por calumnias a Milei por llamarlo “ensobrado” (el otro fue Jorge Fontevecchia). Y fue uno de los que desde el principio se negó a mirar hacia otro lado y naturalizar que un mandatario lo tratara de corrupto. A Lanata lo insultaron Milei y sus seguidores, y guardaron silencio políticos y comunicadores.
Guerriero es una de las cronistas más exquisitas del periodismo hispanoamericano. Autora de libros bellos y exitosos como Los suicidas del fin del mundo y La llamada, expresó: “No sé si hice mucho por la libertad de expresión, pero intento contar historias sin simplificar, con matices y contradicciones. Ser fiel a una idea que sostengo: no se trata de llegar primero ni más rápido, sino de llegar mejor”.
Fernández Díaz es un periodista de mil redacciones. Fue uno de los fundadores del diario PERFIL y dirigió la revista Noticias. Hoy es columnista dominical de La Nación y conductor de Radio Mitre. Viene de ganar el premio de letras más prestigioso de España, el Nadal; y el Mariano de Cavia, también español que premia la excelencia periodística.
Un año y medio después, la mayoría de los periodistas ya entendió el peligro que significa Milei
El hecho de que él sea uno de los periodistas más castigados por Milei, marca el nivel de distorsión presidencial sobre qué es ser un buen periodista y cuál es la función de este trabajo.
Me cuesta hablar con objetividad de la persona con la que nos iniciamos en ésta que, como decía García Márquez, es “la mejor profesión del mundo”. Fue durante la dictadura, cuando a los 20 años fundamos una revista con la inconsciencia de creer que en esa época se podía hacer periodismo independiente, denunciando a los dictadores y a sus cómplices políticos, mediáticos y judiciales. Sobrevivimos con apenas algunos sustos, seguramente gracias a nuestra intrascendencia e ignorancia política.
Fernández Díaz siempre mantuvo esa mirada crítica frente a los poderes de turno. Con honestidad y una calidad profesional y humana que le reconocen todos los que trabajaron con él e, incluso, los que alguna vez estuvieron en su mira periodística.
Periodistas peligrosos. Los insultos que Milei le dedica a él y a otros periodistas como él son muy instructivos en ese sentido. Hablan de la calidad de Milei como persona y jefe de Estado.
En su discurso, Fernández Díaz explicó: “Nos atacan porque los periodistas somos muy peligrosos. Claro. Somos los únicos que podemos rasgar el velo del engaño. Los gobiernos se han convertido en factorías de relato diario, una productora de contenidos, una fábrica de literatura de ficción. Controlan más la narrativa y la agenda que los actos de gobierno. El relato es la gestión. Y ese relato está plagado de bulos, manipulaciones, mentiras, calumnias. Los periodistas, con sus datos veraces, sus números independientes y sus argumentaciones lúcidas son un incordio, porque atacan el corazón mismo de la ficción gubernamental. ¿Cómo no vamos a ser un peligro? ¿Cómo no vamos a ser tachados de corruptos y decadentes? ¿Cómo no vamos a integrar un ‘oficio maldito’? Somos el único obstáculo para una hegemonía de la acción y la palabra.”
El periodismo cómplice. Pero un año y medio después, todavía hay periodistas que siguen avalando o silenciando los ataques presidenciales hacia quienes no coinciden con el Gobierno, sean economistas, empresarios o periodistas. Llama la atención que personas que viven de una profesión basada en la libertad de expresión, acepten mansamente las presiones del poder para condicionar esa libertad. O se sometan a los relatos del poder, sin repreguntas ni el menor sentido crítico.
También sorprende el silencio de aquellos dirigentes que se decían republicanos y en el pasado repudiaban cualquier ataque del poder sobre los periodistas, ya se trataran de las agresiones de los funcionarios o de las persecuciones económicas hacia los medios críticos. Lo que ayer repudiaban, hoy lo toleran o justifican.
De todos ellos fue el grito de silencio que se volvió a escuchar ayer, cuando en el Día del Periodista el Presidente volvió a atacarnos desde su cuenta de X.
Joaquín Morales Solá, presidente de la Academia, lo sintetizó: “Este silencio que aturde incluye a los dirigentes de casi todos los partidos, a dirigentes empresarios y sindicales y a los líderes religiosos. Claro que hay excepciones, pero son pocas. Y hay también conversos: políticos que antes defendían la libertad del periodismo cuando era agredido por otra facción política, y ahora se suman al coro de los que ofenden al periodismo desde el poder. A esos conversos les decimos que el periodismo no dudará en defenderlos cuando les llegue a ellos la hora de que los maltraten.”
Fernández Díaz añadió: “Sabemos que algunos colegas han decidido ser ricos y famosos a cualquier precio; que repiten con entusiasmo consignas dictadas por mandarines con billetera y que incluso se suben a campañas sucias contra disidentes.”
Lo sabemos porque, como el de Milei, todos los gobiernos tuvieron sus comunicadores de cabecera. Igual que tuvieron a sus políticos, empresarios y jueces adictos.
La pregunta de por qué los distintos gobiernos consideran al periodismo un hecho maldito, sólo tiene una respuesta. Somos los periodistas los que interrogamos al poder.
Como ocurrió tantas veces, es posible que esos comunicadores y dirigentes que hoy son cómplices de los desmanes del poder, mañana sufran sus consecuencias y comprueben que la última defensa institucional a la que recurrir serán estos malditos periodistas. Aunque, llegados a esa instancia, habrá que ver si serán capaces de recuperar el prestigio perdido. Como también lo demuestra el pasado, les espera una difícil tarea por delante.
El hecho maldito del poder. La pregunta de por qué los distintos gobiernos consideran al periodismo un hecho maldito, sólo tiene una respuesta. Somos los periodistas los que interrogamos al poder.
Los militares nos perseguían y a algunos colegas los mataban. Carlos Menem nos acosaba judicialmente y permitió la instalación de una mafia que terminó asesinando a nuestro fotógrafo, José Luis Cabezas. Néstor y Cristina Kirchner nos atacaban públicamente y usaban la pauta oficial para favorecer a sus comunicadores y asfixiar a sus críticos.
Javier Milei es la exacerbación de Menem y los Kirchner: enjuicia a los periodistas, multiplicó los insultos a un nivel hasta ahora desconocido, usa la pauta oficial en el mismo sentido y, además, no paga las deudas del Estado para ahogar a las empresas de medios que no aceptan sus presiones.
A Perfil, lamentablemente, le tocaron recibir los aprietes de todos esos gobiernos desde el principio de cada uno de ellos. Igual que hoy.
Pero ahora, un año y medio después, ya no somos los únicos. Gracias a Milei.