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Julieta Cayetina estrena en Timbre 4 una historia inspirada en su otra abuela

“Llevé a mi abuela al cementerio a visitar a mi abuelo, y después acompañé también a las amigas de mi abuela, tomábamos cerveza, así escuché chismes y compré con ellas ropa. Hay algo de esas vivencias, modos de hablar y tratarse que me quedó grabada”, dice Julieta Cayetina sobre “Al final las tragedias no mejoran a nadie”, una comedia dramática escrita y dirigida por ella.

Protagonizada por Graciela Stefani, Miriam Odorico y Dalma Maradona, la obra invita a reflexionar sobre los duelos, los deseos y las segundas oportunidades. Con producción general de Timbre 4, se estrena el sábado y se podrá ver todos los sábados a las 20:30. Conversamos con la autora y directora.

Periodista: Ese titulo, “Las tragedias no mejoran a nadie”, ¿tiene que ver con eso de lo que no te mata te hace más fuerte? ¿Qué podes reflexionar al respecto?

Julieta Cayetina: Uno cree que al atravesar o vivir una tragedia propia la vida va a cambiar, pero las tragedias hacen que haya un cimbronazo en un momento y después seguimos siendo todos los mismos. Surgió en una conversación hablando de algo y me quedó esa frase, la incluí en la obra y después fue título.

P.: ¿Decís que después de una tragedia no hay transformación y todo sigue igual?

J.C.: Los duelos y las segundas oportunidades son dos temáticas que me interesan muchísimo, son parte de la vida, conecto con esas situaciones o con gente que pasa por eso. Hay distintos tipos de duelos, que no sólo es perder a alguien sino que puede ser una separación de una pareja, de amigos, dejar trabajos por decisión o no, cambiar de vivienda, etc. Eso modifica y genera segundas oportunidades que las hay, hasta el último minuto de la vida.

P.: Despues de “Elle” y la historia de tu abuela y la Shoá, ¿aparece algo en esta que tenga algo de autorreferencial?

J.C.: Las dos protagonistas se llaman Luisa y Berta, Luisa es mi otra abuela que tengo conmigo con 96 años, y Berta fue su mejor amiga los últimos 20 años de su vida. No tiene nada q ver con ellas pero viví mucho con ellas y sus amigas. Las lleve al cementerio a ver maridos, madres, hermanos. Tomamos cerveza, escuché chismes, compré con ellas ropa, hay algo de ir registrando esas vivencias y modos de hablar, una manera de tratarse que me quedó grabada. Tomé nota y ese fue el germen.

P.: ¿Cómo son estas viudas que sobreviven a base de chismes, entierros y partidas de canasta?

J.C.: Son concuñadas que pierden a sus maridos una hace 15 años y la otra hace pocos meses. Una intenta mostrarle a la otra cosas que hay en la vida más allá de la perdida. La obra transcurre a fines de los 80 en un pueblo de Buenos Aires, donde se vivía de una manera diferente a hoy. Esa mujer viuda siente que su vida ya terminó, y tanto su amiga como la sobrina vienen a mostrarle que no, que se puede ser activa sexualmente, salir, tener experiencias con amigas, tener aganas de vivir. Hay un redescubriemiento sexual interesante. Hay vida más allá del día entre chismes de la peluquera o el almacenero, las partidas de canasta, el encierro y el duelo.

P.: ¿Cómo se fueron construyendo estos personajes con los ensayos?

J.C.: Tardé 3 años en escribirla, reescribí varias veces y resigniqué como autora. Y al dirigir volví a escribir varias escenas según lo que la puesta pedía y las actrices ofrecían.

P.: Están el duelo y la muerte pero también el contrapunto con la embarazada y una vida por llegar. ¿Cómo jugás con esos contrastes, con ese circulo de la vida?

J.C.: El personaje de Dalma es la sobrina de la protagonista. Hay reflexiones sobre ese ciclo de la vida no solo en cuanto a muerte o vida sino a cuestiones sexuales a las que hacen referencia. Viene a mostrar que puede haber renovación y alegría, que los bebés traen alegría y van por este camino.

P.: ¿Qué prejuicios aparecen en la obra y qué otros temas hay?

J.C.: La sexualidad es uno de los grandes temas que se abordan con humor y profundidad. Lo hablamos con las actrices, el poner sobre la mesa la sexualidad en determinados momentos de la vida que antes eran tabú. Hoy mujeres de 70 u 80 se pueden mostrar y hacer cosas diferentes a las de antes. La obra abre la posibilidad de reconocerse a una misma como mujer y sujeto sexual, o lo que sea para una misma. Los prejuicios están en que no todas quieren o se animan a hablar de eso.

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