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Editorial
En un contexto en el que proliferan las estrategias de manipulación de la opinión pública, un estudio corrobora una tendencia que es preocupante y que revela la pérdida de influencia de los medios de comunicación tradicionales: casi la mitad de los jóvenes de entre 18 y 24 años se informan sobre la actualidad principalmente a través de las redes sociales y las plataformas de video. El estudio, denominado Digital News Report 2025, y publicado por el Instituto Reuters consigna que sigue bajando el seguimiento de la televisión, la prensa escrita y los sitios webs periodísticos, al mismo tiempo que aumenta la dependencia de las redes y plataformas como YouTube y TikTok.
La tendencia es festejada por dirigentes políticos de envergadura, particularmente de derecha, como los presidentes de Estados Unidos y Argentina, Donald Trump y Javier Milei, que tienen una mala relación con el periodismo. Este último ha sido muy enfático en ese rechazo, al señalar que “la gente no odia lo suficiente a los periodistas”. Según este enfoque, el auge de las redes constituye una democratización de la comunicación en tanto le quita a los medios el monopolio de la difusión de noticias. Lo que se omite decir desde esta perspectiva es que la tendencia implica una degradación del ejercicio del periodismo, porque cualquier usuario puede difundir cualquier cosa, sin argumentos ni rigor por la verdad, y fundamentalmente sin la obligación de rendir cuentas respecto de las fuentes de información o el apego a la realidad respecto de lo que asevera.
Las redes sociales, lejos de ser una contribución a la democracia informativa, son ámbitos en los que predominan las operaciones maliciosas pagadas por gobiernos, políticos y empresarios para tergiversar la realidad, configurando un escenario que es peligroso para la democracia. En este contexto, empiezan a incrementarse los sitios de verificación de información que intentan, en el fárrago de noticias falsas que pululan por redes y plataformas, separar lo falso de lo verdadero.
El avance de las nuevas tecnologías, si bien puede facilitar la verificación acerca de la veracidad de las noticias, también juega un rol a favor de la desinformación. La Inteligencia Artificial facilita la creación de fake news (noticias falsas) o deepfakes (imágenes, videos o audios editados mediante IA) y campañas de manipulación que pueden incidir en elecciones, además de alimentar teorías conspirativas o dañar la reputación de personas, organizaciones e instituciones.
Si bien los medios de comunicación tradicionales también pueden ser utilizados para operaciones políticas, el rigor profesional que deben respetar y las responsabilidades que deben asumir al informar u opinar, algunas incluso de tipo penal, los convierte en fuentes más confiables que las redes sociales y las plataformas de video, que además canalizan discursos de odio casi sin restricciones ni penalización por el anonimato que caracteriza a muchos de sus usuarios, y por la insuficiencia de regulaciones legales. n
Las redes sociales, lejos de ser una contribución a la democracia informativa, son ámbitos en los que predominan las operaciones maliciosas y la degradación de la verdad. Las redes sociales, lejos de ser una contribución a la democracia informativa, son ámbitos en los que predominan las operaciones maliciosas y la degradación de la verdad.