Después de muchos años, el desempleo ocupa el primer lugar entre las preocupaciones de los argentinos, como ocurría durante la etapa final de la Convertibilidad. Así lo establece un estudio realizado durante el mes de junio por la consultora Atlas Intel en alianza con Bloomberg. El temor a perder el empleo se elevó 14 puntos porcentuales respecto de la medición de mayo.
Gravita en esta percepción negativa el incremento de la desocupación en el último año y medio. Según el INDEC, el índice de desocupación alcanzó en el primer trimestre de este año un 7,9%, contra el 5,7% que había cuando Javier Milei se hizo cargo de la Presidencia de la Nación. Durante el primer año de gestión se cerraron alrededor de 12.000 pequeñas y medianas empresas, de las cuales 1.300 son industriales, según un informe realizado por Industriales Pymes Argentinos (IPA).
Un problema adicional es que no se avizora un cambio de tendencia. Otro estudio, en este caso llevado a cabo por la organización Fundar, proyecta la pérdida de 430.000 empleos si continúa el modelo impulsado por el gobierno libertario de apertura indiscriminada de las importaciones. “Una apertura comercial sin políticas que acompañen puede agravar la desigualdad territorial, debilitar sectores estratégicos y erosionar puestos de trabajo formales y de calidad”, se lee en el trabajo que se denomina “Abrir sin paracaídas”.
Durante el primer año de gestión libertaria se cerraron alrededor de 12.000 pequeñas y medianas empresas, de las cuales 1.300 son industriales. Durante el primer año de gestión libertaria se cerraron alrededor de 12.000 pequeñas y medianas empresas, de las cuales 1.300 son industriales.
“Los sectores productivos observan cómo aumenta su exposición a la competencia internacional sin las condiciones locales que les permitan competir en un plano de igualdad. La evidencia muestra que estos procesos pueden derivar en pérdida de empleo, especialmente en sectores industriales. En un contexto de bajos niveles de actividad, el proceso de apertura agrava la vulnerabilidad de segmentos laborales específicos, con posibles efectos a largo plazo en la estructura productiva de Argentina”, añade.
Nuestro país ya ha padecido el embate de estas políticas en otras épocas. Durante la dictadura militar, la apertura importadora dispuesta por José Alfredo Martínez de Hoz arrasó con un segmento importante del entramado productivo, provocando el cierre de alrededor de 25.000 empresas. Lo mismo ocurrió durante la Convertibilidad, disparando la desocupación, que llegó al 17% durante el menemismo y al 18% en el gobierno de Fernando de la Rúa. Durante el macrismo, finalmente, con un modelo de apertura de las importaciones y disminución de la protección de las firmas locales, cerraron 24.000 empresas y se perdieron 234.000 empleos formales.
Derribar las barreras a la importación indiscriminada es una política que va a contramano de las que implementan la inmensa mayoría de los países del mundo, que imponen medidas proteccionistas de las industrias propias. Desburocratizar y simplificar los procedimientos para importar insumos claves es un propósito virtuoso, pero facilitar la llegada de productos de otros países con ventajas comparativas respecto de los que elabora la Argentina es un cosa muy distinta. Y las estadísticas que relevan el desempleo y la pérdida de empresas así lo confirman.