La Corte de La Haya, el máximo tribunal internacional, emitió el miércoles un fallo que puede considerarse histórico y tal vez pueda convertirse en un hito en la lucha por la preservación ambiental. Como precedente, la decisión es trascendente, pero hay dudas respecto de su aplicabilidad en la práctica, teniendo en cuenta que los países más poderosos del planeta, en particular Estados Unidos, suele desacatar este tipo de decisiones si perjudican a sus intereses como Nación a las empresas con capitales predominantemente de ese origen. Pero además, el dictamen es de carácter consultivo y no vinculante, lo que relativiza también su aplicación. A favor de su importancia, debe mencionarse que al ser emitido por la máxima autoridad judicial de la ONU, tendrá como valor que significa una interpretación jurídica que guiará acciones judiciales o fallos en todo el mundo, en términos de justicia climática.
La sentencia de La Haya establece que los Estados que violen sus obligaciones climáticas cometen un acto «ilícito» y pueden estar obligados a pagar indemnizaciones a los países más afectados, lo que constituye un avance concreto en la lucha por frenar los efectos del cambio climático.
«Las consecuencias del cambio climático son graves y tienen un gran alcance: afectan tanto a los ecosistemas naturales como a las poblaciones humanas. Estas consecuencias ponen en relieve la amenaza urgente y existencial que supone el cambio climático», fundamentó la posición del tribunal Yuji Iwasawa, su presidente.
Al poder de los gobiernos de los países que, o niegan el cambio climático, o bien lo minimizan, se le debe oponer el reclamo organizado de la comunidad global. Al poder de los gobiernos de los países que, o niegan el cambio climático, o bien lo minimizan, se le debe oponer el reclamo organizado de la comunidad global.
Entre los argumentos formulados por los integrantes del tribunal luego de escuchar cien alegatos, se menciona que «los efectos adversos del cambio climático podrían perjudicar significativamente el disfrute efectivo de ciertos derechos humanos, como el derecho a la salud y el derecho a un nivel de vida adecuado». Habrá que ver en el futuro el grado de acatamiento internacional del pronunciamiento, sobre todo de Estados Unidos que, además de ser el país más contaminante, tiene una larga tradición de no cumplimiento de fallos de los organismos internacionales. La situación en la actualidad en este aspecto es más grave porque su actual presidente, Donald Trump, es un negacionista del cambio climático, que acaba de decidir que su país no sea consecuente con los postulados del Acuerdo Climático de París, que sí es vinculante. Este acuerdo, firmado en 2015, es un tratado internacional sobre cambio climático, que busca limitar el calentamiento global. Insta a los países a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Al poder de los gobiernos de los países que, o niegan el cambio climático o bien lo minimizan, se le debe oponer el reclamo organizado de la comunidad global, que articule la acción de las organizaciones supranacionales con la de las organizaciones no gubernamentales y los ciudadanos individuales, que siempre tienen un margen de acción, por más pequeño que sea, para hacer oír su voz o aportar su contribución a la lucha por un planeta ambientalmente sustentable.