Vladimir Putin y Donald Trump ya están en Alaska para una cumbre que podría marcar un antes y un después en el conflicto de Ucrania. Pasadas las 11 de la mañana, hora local, ambos líderes descendieron de sus aeronaves en la base militar conjunta Elmendorf-Richardson y se estrecharon la mano sobre una alfombra roja, en un gesto de cordialidad y sonrisas antes de abordar “La Bestia”, el coche presidencial de Trump.
El presidente de Estados Unidos quiere obtener un alto al fuego entre Rusia y Ucrania y está dispuesto a abandonar la cumbre en Alaska con su homólogo ruso si no lo consigue. En esos términos se expresó horas antes de recibir a su homólogo ruso en territorio estadounidense por primera vez en más de una década, en la que muchos perciben ya como un victoria para Putin, recibido en un país occidental pese a la orden de detención que pesa sobre su cabeza por parte del Tribunal Penal Internacional de La Haya.
A bordo del Air Force One rumbo a Alaska, el presidente estadounidense afirmó que «no sería muy feliz» si no se logra el acuerdo de paz. «Quiero ver un alto el fuego lo antes posible. No sé si sucederá hoy. Pero no me alegraré si no es hoy». El jueves fue más categórico al indicar que «si es una mala reunión, terminará muy rápido».
Durante ese mismo vuelo, Trump mantuvo una conversación con uno de los principales aliados de Putin, el dictador bielorruso Alexander Lukashenko. Describió la conversación como «maravillosa» y le agradeció la liberación del 16 presos políticos, confiando en ampliar ese número hasta los 1.300 reos retenidos por el régimen de Minsk.
La Casa Blanca ha confirmado que lo que iba a ser una reunión individual entre Putin y Trump ahora será un encuentro con tres representantes por bando. Marco Rubio, el secretario de Estado, y el enviado especial de Estados Unidos, Steve Witkoff, se sentarán a la mesa con Trump. Posteriormente, se unirán a las reuniones bilaterales el secretario del Tesoro, Scott Bessent, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, y el secretario de Defensa, Pete Hegseth.
En el lado ruso, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, confirmó que los dos hombres que acompañarán a Putin en la mesa de negociaciones son el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, y Yury Ushakov, ex embajador de Rusia en Estados Unidos y asesor de Putin desde 2012.
La reunión, que, de acuerdo al Kremlin, podría durar entre seis y siete horas, debería sentar las bases para que se produzca un segundo encuentro, esta vez con el presidente ucraniano presente. Volodimir Zelenski no ha sido invitado a la cumbre de Alaska. Trump ha indicado que llega con ganas de escuchar las condiciones que ponga sobre la mesa Putin para terminar con el conflicto y que presumiblemente pasarán, como mínimo, por anexionar el territorio ucraniano conquistado en estos tres años y medio de guerra.
«Ánimo combativo» y soviético
El ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, fue de los primeros en dejarse ver en su llegada a Alaska, vestido con una sudadera de la URSS que lo convirtió en protagonista de la previa a la cumbre. Al llegar a la base, Lavrov no quiso hacer pronósticos, fiel a su costumbre de no adelantar acontecimientos, pero comentó que esperaba continuar la «conversación útil» que tuvieron con el enviado especial estadounidense Steve Witkoff a Rusia.
La llegada con la sudadera con las letras CCCP (siglas de Soyuz Sovetskij Sotsialisticheskij Respublik, URSS en español) fue de todo menos casual. El Ministerio de Exteriores hizo un pedido de suéteres a la marca rusa Cheliabinsk, que fabrica ese modelo, según confirmó la propietaria a RIA Novosti. La aparición de Lavrov con este atuendo retro, un guiño al colonialismo centralista soviético y su dominio en Europa Central, disparó las ventas de esta prenda. A las pocas horas de su gag ya había una lista de espera para comprarla por internet.
Acompañaba a Lavrov el enviado especial ruso Kirill Dmitriev, el que más está trabajando con la gente de Trump, que declaró antes de la reunión que el estado de ánimo en la delegación es «combativo», según informó este viernes la agencia de noticias rusa RIA.
De camino a conversaciones con Trump, Putin hizo escala en Magadán, en el extremo oriental de Rusia, donde tuvo tiempo incluso de visitar una planta de procesamiento de pescado. Antes de tomar su vuelo a Alaska, el presidente ruso lanzó su penúltimo guiño y depositó flores en un monumento en memoria de los pilotos estadounidenses y soviéticos que murieron durante un programa de apoyo a la URSS en la Segunda Guerra Mundial.
Durante el vuelo a Alaska, repasó los documentos de cara al encuentro. Su anterior encuentro con un presidente de Estados Unidos fue en Suiza en 2021. Fue precisamente ese verano cuando empezó a preparar la invasión a gran escala de Ucrania. A pie de pista esperaban a Putin dos limusinas presidenciales Aurus que tienen nombre y todo: Senat y Arsenal. También se preparó una alfombra roja para recibir a Putin, tal como prometió Trump, según informaron canales rusos de Telegram.
Para Putin, la cumbre ya es una gran victoria porque con ella certifica que los intentos de aislar a Rusia han terminado: buscado por el Tribunal de La Haya, puede incluso pisar suelo estadounidense.
Protestas en Alaska
No ha sido un día normal para Anchorage, la principal ciudad de Alaska. Sus 289.000 habitantes se despertaron con la extraña sensación de concentrar la atención de medio mundo sobre su pequeña población, a caballo entre lo urbano y lo salvaje. Varios centenares se concentraron en las calles de Anchorage para protestar por la cumbre entre Trump y Putin y para mostrar su apoyo al pueblo ucraniano.
Los manifestantes portaron carteles acusando a Putin de ser un criminal de guerra y ondeando banderas ucranianas, confiando en que el final de la guerra se produzca en breve. Al mismo tiempo, simpatizantes del Partido Republicano estaban planeando una marcha de apoyo a Trump en Alaska.