El 21 de septiembre la Iglesia Católica Universal celebra la fiesta de San Mateo, Apóstol y Evangelista. Su historia es un poderoso testimonio de la misericordia de Jesús y el llamado a la conversión radical. Mateo, también conocido como Leví, era un publicano, es decir, un recaudador de impuestos en Cafarnaúm, una profesión despreciada por los judíos por su colaboración con el Imperio Romano y su fama de corruptos.
El Evangelio de Mateo (9, 9-13) relata el momento de su llamado: «Al pasar, vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: ‘Sígueme’. Y él se levantó y le siguió.» Este encuentro transformó por completo la vida de Mateo. Dejó su oficio y se convirtió en uno de los Doce Apóstoles, participando íntimamente en la vida y el ministerio de Jesús.
Posteriormente, San Mateo fue el autor del primer Evangelio canónico, dirigido principalmente a la comunidad judía, donde enfatiza el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento en la persona de Jesús, y presenta a Cristo como el Mesías prometido. Su Evangelio es una fuente invaluable de las enseñanzas de Jesús, incluyendo el Sermón de la Montaña.
Según la tradición, después de Pentecostés, Mateo evangelizó en diversas regiones, posiblemente en Judea, Etiopía o Persia, donde sufrió el martirio. San Mateo es el patrón de los contadores, banqueros y recaudadores de impuestos. Su fiesta nos invita a responder con prontitud al llamado de Cristo y a reconocer que la gracia de Dios puede transformar cualquier vida.