martes, 23 de septiembre de 2025 02:03
El Gobierno nacional quedó paulatinamente perdido en un laberinto que construyó él mismo, consistente en acumular una cantidad tan impagable de deudas, que la toma de nuevas deudas se convirtió en la única posibilidad de sostenerlo. Un círculo vicioso atroz, que además de asfixiar al pueblo entero como una boa constrictora que aprieta cada vez con mayor fuerza, comenzó a dejar al propio Gobierno casi sin oxígeno. Ya no quedaba nadie a quien pedirle prestado. Desde el FMI a China, Banco Interamericano de Desarrollo, Banco Mundial, Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, Banco de Pagos Internacionales (para el cual se envió oro en garantía a Londres), etc. Ya no hay más dónde pedir y los problemas crecen, porque aquí se ajustan todos los gastos públicos, aunque signifique paralizar la obra pública, abandonar las rutas, la educación, la salud, los jubilados, los discapacitados, las universidades, los salarios y las provincias, a quienes se les deben fortunas y aun así se les mete la mano en el bolsillo constantemente. Se necesitan dólares todos los días para contener el dólar y su cotización indomable. Y entonces se retorna al comienzo porque hay que pagar los préstamos y, lógicamente, no hay manera.
En ese contexto dramático, el Gobierno festeja por estas horas la firme promesa de ayuda de Estados Unidos que, agotadas todas las vías crediticias, salió a dar señales de que habilitaría un préstamo gordo, uno más, esta vez de las arcas del propio Tesoro estadounidense. Lo dijo el propio secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Scott Bessent, al afirmar que “el Tesoro está dispuesto a hacer lo que sea necesario dentro de su mandato para apoyar a Argentina. Todas las opciones de estabilización están sobre la mesa”. Quien primero lo celebró, lógicamente, fue el FMI, ya que es el principal acreedor y quiere cobrar como sea y de dónde sea. “Acogemos con satisfacción la declaración de apoyo de Scott Bessent”, señaló la directora Kristalina Georgieva.
No se ha dicho hasta aquí, y probablemente no se dirá, cuál es la contraprestación que debe ofrecer Argentina por este enésimo auxilio. Curioso, porque el propio Javier Milei, tan enamorado de Estados Unidos, se cansó de repetir ese refrán norteamericano que advierte que “There ain’t no such thing as a free lunch” (“No existe nada parecido a un almuerzo gratis”), y que significa que nadie da algo a cambio de nada. ¿Qué entregará Argentina? El detalle se sabrá más tarde, pero por lo pronto entrega su soberanía, entendida como poder político, de decisión, de autoridad suprema dentro de un Estado independiente. Ahora ya no decide nada y solo le queda someterse a los mandatos de quienes financian -en beneficio propio- la extensión de su agonía. Se prometió un país potencia y se hizo un país mendigo, con una cadena de penurias que pagarán millones de argentinos, ciertamente excluyendo a los que ahora están paseando en Nueva York.
El Esquiú.com
