En el transcurso de la semana, en la Oficina de Gestión de Audiencias (OGA) del Poder Judicial, se llevó a cabo un juicio abreviado. En un primer momento, la causa se tramitaba para la realización de un juicio por jurados. Sin embargo, durante el proceso, hubo un cambio de calificación en la imputación y el acusado decidió confesar. Con la anuencia de las partes, con relación a la imputación, prueba y confesión del acusado, el juez director Silvio Martoccia, lo condenó a la pena de cuatro años de prisión.
Por tratarse de delitos de instancia privada, la audiencia se desarrolló a puertas cerradas. Fuentes consultadas por El Ancasti indicaron que se trató de un caso de abuso sexual en la infancia (ASI) intrafamiliar. Según se precisó, los ultrajes comenzaron en 2017, cuando la víctima –una niña de su entorno familiar, con quien compartía el mismo techo- era muy pequeña. El acusado aprovechó esta convivencia con la niña para consumar los ultrajes. Además, la amenazaba con agredir a su mamá si contaba lo que sucedía a puertas cerradas.
Oportunamente, el fiscal del caso Jorge Barros Risatti imputó a este hombre por los delitos de “abuso sexual con acceso carnal triplemente calificado, por el grave daño en la salud mental de la víctima, por la guarda y por ser cometido contra un menor de dieciocho (18) años, aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo, hecho continuado” y “promoción de la corrupción de una persona menor de trece años, a título de autor y abuso sexual con acceso carnal triplemente calificado, por el grave daño en la salud mental de la víctima, por la guarda y por ser cometido contra un menor de dieciocho (18) años, aprovechando la situación de convivencia preexistente con el mismo, hecho continuado «.
Sin embargo, de acuerdo con información a la que pudo acceder El Ancasti, el fiscal de Cámara cambió la calificación, al advertir que el protocolo de abuso realizado a la niña dio negativo (para un ultraje con acceso carnal, se aclaró). Finalmente, el acusado reconoció haber abusado a la niña, a través de manoseos.
Dada la confesión del acusado, las partes arribaron a un acuerdo. El fiscal de Cámara Augusto Barros bajó la calificación a abuso sexual simple y solicitó una pena de cuatro años de prisión. A su turno, la asesora de Menores Carolina Acuña Barrionuevo adhirió a lo solicitado por el representante del Ministerio Público Fiscal. El abogado defensor Pedro Justiniano Vélez, dada la confesión de su asistido, no se opuso. Finalmente, el juez director Silvio Martoccia resolvió hacer lugar al acuerdo estipulado entre las partes. De esta manera, declaró culpable al acusado por el delito de “abuso sexual simple agravado por la guarda y por ser cometido contra una menor de 18 años aprovechándose de la situación de convivencia preexistente, continuado”. Tras la lectura del veredicto, el ahora penado regresó al Servicio Penitenciario Provincial, donde continuará purgando su condena.
Delito
La violencia sexual es cualquier actividad o contacto sexual que ocurre sin consentimiento. Puede involucrar fuerza física o amenazas. Esta violencia puede tener distintos modos de abordaje, como el abuso sexual o la violencia sexual en el contexto de relaciones de noviazgo/íntimas. Frente a un hecho de violencia sexual nunca es culpa de la víctima.
El abuso sexual en la infancia (ASI) es una de las formas de violencia más extrema que niños, niñas y adolescentes pueden sufrir. No obstante, el dato más importante que advierten los profesionales en esta temática es que en la gran mayoría de los casos se trata de abusos sexuales intrafamiliares: padre, abuelo, hermano, tío o primo son los principales sospechosos.
El victimario realiza un abuso de poder. A través de diversos mecanismos de manipulación y amenaza, quien abusa genera en la víctima un sentimiento de culpa y vergüenza. Es por ese motivo que quienes lo sufren pueden tardar mucho tiempo, incluso años, hasta que pueden poner en palabras lo que les sucedió. A la vez, se destacó que la vulnerabilidad en estos casos reside en el hecho de que chicos y chicas, por su inocencia, condición física o sexual no comprenden la criminalidad de los ultrajes, más aún cuando el agresor es padre o un familiar cercano. “Estos agresores se aprovechan del amor y la confianza. Niños, niñas y adolescentes advierten que algo malo está sucediendo; suelen reprimir los recuerdos y tienden a normalizar o tolerar aquellos actos degradantes y tortuosos, quedando atrapados en un círculo de silencios y secretos familiares”, explicaron. También se destacó que muchos chicos y chicas víctimas de abuso sexual o violencia intrafamiliar no reaccionan porque han normalizado estos ultrajes.