Nos propone una obra con una buena cantidad de microrrelatos. 70 textos que coinciden con el cumplimiento de sus 70 años de vida, como un homenaje que se brinda a sí mismo y del que hoy podemos disfrutar con su lectura.
Creo que es importante anticipar algunos aspectos que hacen a esta nueva manera de contar historias breves, las que muchas veces se suelen confundir con poemas en prosa, aforismos y hasta chistes y muchos creen que son microrrelatos, pero en realidad no lo son.
Los microrrelatos no están exentos del humor, pero no deben convertirse en, precisamente, chistes. En la habilidad del autor estará el resultado de la ficción breve.
En este microrrelato Rivera confirma el postulado:
“Alcoholemia
Orgullosa y laboriosa, iba cargando un enorme grano de uva ya fermentado. De pronto empezó a marearse y, al detenerla, la prueba de sobriedad dio positiva. Ya no la dejaron regresar a la fila con sus hermanas, las hormigas”.
Un escritor de microficciones ha de tener en cuenta que la narración debe tener un título que sitúe al lector en lo que se va a narrar para evitar descripciones y derroche de palabras. Debe tener como todo cuento un comienzo, un desarrollo o conflicto y, en este género especialmente, un final que debe sorprender al lector.
La esencia, la fuerza de los microrrelatos, está en lo que no se dice, es decir la elipsis. Sostiene Marcial Fernández que “lo que no se dice en la microficción siempre es más importante que lo que se dice”.
El microrrelato se nutre no solo de ficciones que el autor concibe, sino de la intertextualidad, o sea la combinación entre textos de otros autores y el texto propio, de la conversión de historias conocidas, fábulas, cuentos, pasajes bíblicos, etc., que el autor reformula, cambia, modifica, inventando nuevas historias a partir de las ya existentes, etc.
Juan Manuel hace uso con excelencia de la brevedad y eso es harto destacable, pues es el alma de la microficción.
En uno de sus textos, Juan comienza con un título que nos hace pensar el argumento del cuento, personajes, etc.: El cuento se llama Jack y dice: “Londres, madrugada de 1888. Jack transitaba por Sordid Mews, un lúgubre callejón al este de la ciudad. El ladrón, exhibiendo una navaja, lo sorprendió y le exigió todo el dinero, pero la reacción de Jack le resultó fatal. En segundos, el ratero quedó tirado sobre el frío y gris empedrado, muerto y destripado”.
La última palabra es contundente: destripado. Con ello el lector descubre o confirma que el criminal es Jack el Destripador, famoso asesino serial de finales del siglo XIX en Londres de Inglaterra.
El microrrelato se nutre, como dije antes, de historias conocidas que el autor se permite modificar. Y eso hace Juan con Jack. Le inventa una historia nueva.
Observemos otro cuento muy interesante del libro.
“Inconveniencia
No le gustaba jugar a las bolitas. Aseguraba que le producía un insoportable dolor de cabeza. Redonda, multicolor y transparente como era, ella prefería quedarse a mirar el juego desde el frasco”.
Lo que se subraya de este cuento es su contundencia, su texto escueto, con los datos precisos y necesarios y mientras va contando la historia, el lector comienza a imaginar diversas situaciones hasta que el autor desentraña el misterio al final con muy pocas palabras. Y no siempre el lector descubre lo que encierra una historia. Ése es el desafío. Desorientar al lector para sorprenderlo al final.
Uno de los microrrelatos que más me ha sorprendido y gustado de este libro de Juan Manuel Rivera es Paradojal, que dice:
“Esta madrugada despertó en medio de un gran alboroto. Los ruidos provenían del corral. Las ovejas se habían comido al lobo y aullaban en coro a la luna”.
Con tan solo 28 palabras, si le prestamos atención, veremos que tiene todo lo que debe tener una microficción: precisión, economía de lenguaje, elipsis. Está contado de tal forma que el lector se va imaginando el cuadro, la escena, y no hay necesidad de mayores detalles, explicaciones, descripciones.
Los micros de Juan son de gran factura y están muy bien logrados, como éste:
“Alas de libertad
Cuando despertó, se sintió poderosa. Al salir el sol se fue volando hacia el infinito, cargando a cuestas su propia jaula”.
Como en los buenos microcuentos -y éste no es la excepción-, el autor expresa y el lector interpreta.
En este cuento podemos aventurar diferentes interpretaciones. ¿Se trata de una mariposa, de un ave, de una criatura sobrenatural? “Se fue volando hacia el infinito” puede significar que su espíritu rompió las cadenas que la ataban a las cosas mundanas, a aquellas que la tenían como prisionera: sus miedos, sus inseguridades, sus fracasos, sus ataduras. Y ese vuelo sería el de la libertad. Pero además en ese vuelo “se fue cargando su propia jaula”, sus barrotes, esos que la mantenían prisionera de sí misma y de sus propias angustias y hasta podemos inferir que tal vez, al llevarse su propia jaula, signifique que -a pesar de alzar el vuelo- no se ha desprendido del todo de sus cadenas.
Con este libro Juan M. Rivera se consagra como un nuevo microficcionista y eso es un hecho harto auspicioso, porque no hay muchos en Catamarca.