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Trasplantes, cuenta regresiva

El sufrimiento de los padres de niños que aguardan trasplantes es inenarrable. De las 7341 personas que necesitan un trasplante para seguir viviendo, 183 son niños.

Recientemente, dos familias neuquinas protagonizaron una historia de amor y solidaridad extraordinaria. Desde noviembre pasado, dos pequeños niños, sin haberse conocido previamente, terminaron compartiendo habitación en el Hospital Italiano. Luca, de dos años, había recibido un trasplante de hígado. A unos pocos metros estaba Felipe, quien había llegado sedado, con respirador y sin responder a tratamientos. Con solo 5 meses, había sido diagnosticado con una miocardiopatía dilatada severa y ya había cumplido el año. Fue el paciente más pequeño en ser conectado a un corazón artificial luego de una prolongada internación. Junto a 12 chicos más de distintas partes del país que esperan angustiosamente un corazón, Felipe estaba en lista de espera del Incucai.

Pamela, mamá de Felipe, le pedía a Paula, mamá de Luca, que cantara fuerte la canción de la hormiguita para que su hijo también pudiera escucharla. Basta imaginar las larguísimas horas de tristeza e incertidumbre compartidas por estas dos mujeres que iban a construir, para entonces sin saberlo, un vínculo inquebrantable entre sus hijos y también entre ellas.

Felipe fue diagnosticado a los cinco meses con una miocardiopatía dilatada y en junio pasado recibió un trasplante de corazónArchivo

Luca fue dado de alta pero debió regresar de urgencia al hospital. Un virus le produjo un daño irreversible en sus pulmones y ya no hubo nada más que hacer. O sí. Sus padres habían estado del otro lado y entendían el valor que los órganos de su amado hijo tenían para otros niños.

El 18 del mes último, Felipe Palagani recibió un corazón. Se trató de un hito médico. Fue el primer trasplante cardíaco pediátrico en el país a partir de una donación en asistolia controlada, esto es cuando el donante ya no tiene signos de actividad cardíaca. Las donaciones de órganos en el país se concretaban luego de la muerte cerebral del donante. La muerte por paro cardíaco reduce el tiempo para concretar la ablación; de hecho, el corazón estuvo detenido durante 30 minutos, y que todo ocurriera en el mismo hospital favoreció el inédito procedimiento que incluyó a un equipo interdisciplinario.

El donante fue Luca, quien había dormido casi a su lado en la habitación, oriundo de su misma provincia, un niño que pasó buena parte de su corta vida entre hospitales y cirugías, repitiendo canciones con su mímica y bailando con un catéter en la mano.

La experiencia personal de perder a un hijo es tan indescriptible que de hecho no existe una palabra para definirla. Transitar ese tremendo dolor naturalmente dejaría a cualquiera sin espacio emocional para ninguna otra consideración. Las campañas de difusión respecto del valor de la donación pediátrica de órganos van haciendo los suyo y el oportuno consejo de profesionales debidamente preparados en la materia se agiganta ante situaciones como la descripta. El corazón de Luca podía ser trasplantado y fue la generosidad de Paula y Nicolás Zarragud, sus papás, la que disparó la esperanza en el milagroso operativo.

El abrazo y las lágrimas compartidas por las dos familias resumen esta historia que abre nuevas posibilidades. Felipe se recupera sin marcapasos ni drenajes. El legado de Luca late lleno de vida en él.

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