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De la ayuda despreciada a un nuevo escenario

viernes, 4 de julio de 2025 02:27

La inexperiencia política de Javier Milei comienza a jugarle en contra, por errores propios que vienen a complicar su propia administración, y lo debilitan notablemente de cara a lo que viene. Milei es un fenómeno sin par en la política argentina, un outsider que conquistó al electorado por dar en la tecla de un discurso capaz de capitalizar el descontento general con la clase política, y la ayuda involuntaria de una sucesión de gestiones fallidas en Casa Rosada. Con la dosis exacta de méritos propios y yerros ajenos, se impuso legítimamente en la elección presidencial de 2023, para dar comienzo a la aventura de conducir un país sin contar con los conocimientos básicos, ni del funcionamiento del Estado ni del mundillo en el que se mueve cada día. Puesta la banda albiceleste sobre su pecho, se dedicó a acelerar a fondo con un discurso agresivo, sin distinguir las proclamas de campaña de su nueva función de conductor de una Nación.

Uno de sus principales problemas era la debilidad institucional de su proyecto. La Libertad Avanza no contaba con gobernadores propios ni con legisladores suficientes para llevar adelante sus ideas. Al principio lo solucionó rápido, con la mano genuflexa de legisladores de otros partidos seducidos por las mieles de ser oficialistas, que cambiaron de bando sin dudarlo. Así, ganó en el Congreso una consistencia que la aritmética propia no podía sostener. Y avanzó con más confianza. Los gobernadores, más avezados en políticas cuestiones, tampoco le dieron la espalda. Casi todos lo acompañaron en su Pacto de Mayo, y lo acompañaron también en muchas iniciativas legislativas, aun a costo de ganarse reprimendas y cuestionamientos de sus fuerzas. Pero la ocasión lo demandaba. Las Provincias fueron racionales y apostaron mayoritariamente por el diálogo y la sana convivencia. Se mostraron dispuestos a ayudar al presidente. No sirvió de nada. Milei los despreció a todos por igual, y siguió su camino avasallante, confundido quizás con el tamaño del poder que ostentaba.

Ahora la situación es otra, porque los gobernadores, a quienes el presidente prometía “mear”, le soltaron la mano. Y perder a los gobernadores significa automáticamente perder el transitorio respaldo de muchos legisladores nacionales que ayudaron a Milei a sortear escollos que no podía superar solo. Los gobernadores comprendieron que daba lo mismo ser amigo o enemigo, porque de todas formas Milei no cumplía con nadie, e incluso avanzaba sobre cajas ajenas. La respuesta fue simple: ahora el Congreso impulsa proyectos contrarios a la agenda oficial, y van por la recuperación de los recursos perdidos. No puede culpar a nadie Milei por esta complicación. Hizo uso y abuso de la paciencia de los mandatarios provinciales, que un día se terminó. Ahora tendrá que ofrecer respuestas concretas, o atenerse a las decisiones de un Congreso que ninguneó desde el primer día, y ahora es un espejo que le refleja su propia debilidad.

El Esquiú.com

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