sábado, 26 de julio de 2025 10:00
Gianinna Maradona volvió a demostrar cuánto le cambió la vida la maternidad… ajena. Lejos de los flashes mediáticos o las polémicas familiares, eligió el cumpleaños número tres de Azul, su sobrina menor, para abrir su corazón con una carta pública que rápidamente se viralizó. Las palabras de Gianinna no solo reflejaron el vínculo profundo que tiene con la pequeña, sino también cómo su llegada fue una luz en medio de tiempos oscuros para la familia Maradona.
“Te vi y me derretí”, comienza la carta que la diseñadora compartió en sus redes sociales. Un texto que deja en claro que, para ella, ser tía no es un rol secundario, sino una experiencia transformadora. “Yo creía que con tu hermana, la cuota de esta dicha estaba más que cubierta. Pero NO, para nada, llegaste vos para darme vuelta el mundo y enseñarme que la vida me sigue dando revancha para ser feliz”, escribió, dejando entrever cómo la presencia de Azul le abrió una nueva dimensión del amor.
Azul es la hija menor de Dalma Maradona y, como tal, forma parte de una generación que está creciendo con el peso simbólico del apellido más fuerte del fútbol argentino. Nació en 2021, apenas dos años después de la muerte de Diego Maradona, su abuelo, y sin quererlo se convirtió en una bocanada de aire fresco en una familia golpeada por la ausencia. Gianinna no lo esquivó: “Agradezco tu presencia en tanta ausencia”, escribió, en uno de los fragmentos más potentes del texto.
“Zulita de mi vida. Te escribo y lloro porque la tía está grande y sensible nivel mil. Qué privilegio es verte crecer, qué linda es la vida desde que llegaste. Tu amor absoluto 24/7 son ganas de vivir”, añadió, en una declaración de amor puro que fue celebrada en redes por seguidores, amigos y fanáticos de la familia Maradona. Muchos destacaron la valentía de Gianinna por compartir sentimientos tan personales, sobre todo en un contexto donde la exposición pública suele ser filtrada y medida al extremo.
La carta tiene además una dimensión catártica. Para Gianinna, que vivió de cerca los últimos años convulsionados de su padre y su fallecimiento, la llegada de Azul no fue solo una felicidad familiar, sino también un ancla emocional. En Azul encontró un refugio, una manera de volver a sonreír sin culpa, de amar sin condiciones y de entregarse a un afecto sin exigencias.