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Los riesgos de llevar a un niño a un recital, por qué puede afectar su salud auditiva.

domingo, 24 de agosto de 2025 08:28

Llevar a un niño pequeño a un recital puede parecer un gesto integrador o una salida familiar divertida, pero los especialistas advierten que no siempre es una buena idea. Durante la infancia, el sistema auditivo está en plena formación y su sensibilidad es mucho mayor que la de un adulto. Por eso, la exposición a niveles elevados de sonido, luces intensas y aglomeraciones puede afectar no solo los oídos, sino también el sistema nervioso.

“Cuanto más pequeño es el niño, más vulnerable es su oído”, señaló Paul Délano, director del Laboratorio de Neurobiología de la Universidad de Chile, quien alertó además que el efecto deletéreo sobre el oído es acumulativo. Es decir, cada exposición a ruidos fuertes suma un poco más de daño.

En la misma línea, el neumólogo pediatra Guillermo Zepeda, del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, sostuvo que en general, no se recomienda que vayan lactantes o preescolares muy pequeños a conciertos en espacios cerrados con música estridente y aglomeraciones.

Los auriculares protectores, según aclaró, tampoco garantizan protección, no es claro que un niño pequeño se quede tranquilo usándolos, ya que la curiosidad propia de la edad predispone a que se los saquen.

Para dimensionar el riesgo, una charla tranquila ronda los 50-60 decibeles (dB), mientras que un recital puede superar los 100 dB e incluso llegar a 120. La Organización Mundial de la Salud fija el límite seguro para adultos en 85 dB durante un máximo de ocho horas. Cada 3 dB adicionales reducen a la mitad el tiempo de exposición permitido.

En el caso de los niños, los márgenes son más estrictos, las recomendaciones pediátricas sugieren no superar los 80 dB y limitar al máximo la duración. Existen protectores auditivos que atenúan entre 20 y 30 dB, pero no eliminan el riesgo por completo, explicó Délano.

El daño auditivo no siempre se manifiesta de inmediato, sino que puede aparecer años después en forma de zumbidos persistentes o pérdida de audición.

Más allá de los riesgos auditivos, los entornos de alto impacto sonoro y visual pueden generar ansiedad, irritabilidad, trastornos del sueño, desregulación emocional e incluso sensación de amenaza. En un menor, que aún está aprendiendo a regular sus emociones, un entorno saturado de estímulos puede ser abrumador, apuntó Zepeda.

Los conciertos no son la única fuente de daño. El uso prolongado de auriculares con volumen elevado también preocupa a los especialistas. Cada vez es más frecuente encontrar adolescentes con pérdidas auditivas permanentes relacionadas al trauma acústico, advirtió Délano.

Entre las prácticas de riesgo se incluyen escuchar música fuerte por largos períodos, ver videos con el celular apoyado en el oído y usar auriculares sin control de volumen. El daño, remarcan los expertos, es acumulativo y muchas veces irreversible.

La recomendación, concluyen, es clara: limitar tanto la intensidad como la duración de la exposición al sonido para proteger la salud auditiva de los más chicos.

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