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El Partido Cordobés: entre la memoria de De la Sota y la maquinaria de Llaryora

El PJ cordobés no es un partido: es una maquinaria. Una de esas que nunca deja de girar, aunque cambie el aceite, los engranajes o incluso el maquinista. Nació al calor de José Manuel de la Sota, el alumno aplicado que aprendió de Angelóz que al poder no se lo suelta: se lo administra. Hoy, con Martín Llaryora en la cabina, esa máquina vuelve a recalibrar relojes, ajustar tuercas y buscar combustible en territorios impensados.

Hoy, en el Quórum, más de 100 dirigentes «opositores», mayoría de intendentes, aplaudió a rabiar a un candidato y exgobernador con el que disputaron poder hacer menos de 24 meses. Juan Schiaretti, Carolina Basualdo o Miguel Siciliano nunca imaginaron estar en frente de una audiencia tan contraria, pero que se peleaban para estar en una foto con ellos.

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«Ojo, estos votos se cuentan doble. Estos son de la vereda del frente, no son peronistas, son radicales en su mayoría y están acá asegurando su acompañamiento«, refuerza la imagen un funcionario del panal que saca pecho de la movida.

El nuevo manual de instrucciones dice que el partido debe pensarse como una empresa. Y como en toda sociedad, los accionistas mayoritarios llevan ventaja. Así, Myriam Prunotto y Orlando Arduh, radicales de manual, encontraron su participación accionaria y la defienden con uñas, dientes y discursos. No están solos: Emiliano Paredes, intendente de Tanti y crítico serial, fue el elegido para ocupar la silla reservada a los invitados. Le prometieron que no lo harían cantar «Perón, Perón» y se subió tranquilo al escenario.

La paradoja es simple: el peronismo cordobés invita, pero no obliga. Se cuida de las formas, evita la marcha y abre el telón para que los otros entren sin miedo. Mientras tanto, Juan Schiaretti juega su propio partido. En cancha visitante, rodeado de dirigentes del PRO y de la UCR, recordó que no hay «avenida del medio» sino un camino más viejo y más claro: el de la producción. «A mí no se me caen los anillos por ir al Congreso. Ya basta de que nos manejen desde Capital«, soltó, con la misma cadencia que usaba en campaña.

El Panal toma nota: quién aplaude, quién falta, quién se anota en la lista de presentes. Y el proyecto se escribe a mediano plazo: intendentes que renuevan en 2027, gobernadores que imaginan una boleta única, y un partido que deja de ser solo peronista para convertirse en «cordobés». Ni PJ puro, ni radicalismo nostálgico, ni Juntos por el Cambio: una alquimia criolla que incomoda a muchos, pero garantiza obra pública, teléfono atendido y cuentas pagas en el interior.

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Mientras tanto, las piezas se reacomodan en Santa María. De 24 localidades, 21 juegan con Provincias Unidas: 16 peronistas y 5 aliadas. Los que no están —Bouwer, Anisacate y Toledo— parecen islas en medio del río. Los enojos se acumulan entre quienes se sienten usados por el bullrichismo, mientras nombres como Brian Heredia, Antonio Nieto, Coco Ledesma o Ludueña marcan la salida del libreto opositor para abrazar, con pragmatismo cordobés, al que garantiza futuro.

Porque esa es la poesía política de Córdoba: todos saben que tarde o temprano el reloj marca la misma hora, y la máquina —como siempre— sigue funcionando.

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