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La falsa narrativa del «varón perseguido»

El estremecedor caso de Pablo Rodríguez Laurta, el doble femicida que asesinó a su pareja y a su suegra y secuestró a su propio hijo de cinco años, ha expuesto con crudeza no solo un grado de crueldad difícil de asimilar, sino también una trama ideológica que merece una reflexión profunda. Rodríguez Laurta fundó hace varios años una agrupación llamada “Varones Unidos”, un espacio que se dedicaba a promover discursos antifeministas y cargados de odio bajo la fachada de defender a los hombres frente a supuestas “falsas denuncias” de violencia de género.

El caso, más allá del espanto que provoca el crimen en sí, deja al descubierto cómo ciertos exponentes del pensamiento machista logran organizarse y articular un discurso público que intenta imponer una visión distorsionada de la realidad. Varones Unidos se presentaba como una suerte de resistencia masculina frente al avance del feminismo y de las políticas de género, pero en verdad funcionaba como una usina de resentimiento y negación.

Su prédica se sostenía sobre la falsa premisa de una supuesta proliferación de denuncias inventadas contra hombres inocentes. Es cierto que existen casos de denuncias falsas, como ocurre en cualquier ámbito judicial. Pero en Argentina no hay estadísticas que indiquen que se trate de un fenómeno extendido. No existen cifras precisas sobre la cantidad de denuncias por violencia de género que la Justicia haya comprobado como falsas, justamente porque su incidencia es ínfima. En España, por ejemplo, donde sí se lleva un registro sistemático, la Fiscalía General del Estado informó que entre 2009 y 2024 el promedio de denuncias falsas fue del 0,0082% del total. Una cifra insignificante que desmiente la narrativa del “varón perseguido” que este tipo de agrupaciones intenta instalar.

Detrás de esa prédica que intenta victimizar a los varones, suelen esconderse personas que ejercen o justifican la violencia de género. Detrás de esa prédica que intenta victimizar a los varones, suelen esconderse personas que ejercen o justifican la violencia de género.

Lo que hacen organizaciones como Varones Unidos es construir una falsa narrativa que busca victimizar a los hombres y desacreditar al feminismo, instalando la idea de que las políticas de género son una amenaza. En su espacio se difundían textos y materiales de autores que profesan una ideología abiertamente misógina, entre ellos Agustín Laje, uno de los intelectuales más cercanos al presidente Javier Milei, cuya influencia ideológica no es menor en ciertos sectores del oficialismo.

Rodríguez Laurta, el fundador del grupo, sostenía que su esposa le había hecho denuncias falsas, pero la Justicia comprobó que las denuncias de la víctima eran absolutamente reales. El discurso que él mismo había construido como “defensa” terminó siendo el justificativo de su violencia.

Detrás de esa prédica que intenta victimizar a los varones, suelen esconderse personas que ejercen o justifican la violencia de género. Por eso es necesario que la Justicia investigue con rigor cada denuncia, verifique su veracidad y actúe con equilibrio. Pero al mismo tiempo, es indispensable recordar que los casos de violencia de género son graves, recurrentes y estructurales en nuestra sociedad. Negar ese flagelo no solo es un acto de irresponsabilidad, sino una forma de encubrimiento.

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