miércoles, 12 de marzo de 2025 19:45
La elección de Donald Trump como 47º presidente de Estados Unidos en noviembre de 2024, tras su primer mandato (2017-2021), consolida su figura como un faro para los movimientos de derecha en todo el mundo.
Su estilo político, bautizado como «trumpismo», combina populismo de derecha, antiglobalismo y nacionalismo, y ha reverberado más allá de las fronteras estadounidenses.
Y sirve de inspiración a líderes y partidos que buscan replicar su fórmula de confrontación y rechazo al establishment.
Desde su primera campaña en 2016, Trump rompió con las normas políticas tradicionales.
Votos del desencanto
Su retórica antiinmigrante, proteccionista y crítica a las élites globales resonó en una base de votantes desencantados, especialmente blancos de clase trabajadora que se sentían amenazados por la diversidad racial y la globalización.
Este mensaje no solo lo llevó a la Casa Blanca, sino que también exportó un modelo que líderes como Jair Bolsonaro en Brasil y Javier Milei en Argentina han adaptado a sus contextos.
La derecha latinoamericana
Bolsonaro, apodado el «Trump brasileño», adoptó un discurso similar contra la izquierda y las instituciones multilaterales, mientras Milei, aunque más libertario, comparte el rechazo al progresismo y el énfasis en la soberanía nacional.
Alternativas europeas
En Europa, el impacto de Trump es igualmente palpable. Partidos de derecha como el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia, Alternativa para Alemania (AfD) y los Demócratas de Suecia han encontrado en su liderazgo un eco para sus agendas antiinmigración y euroescépticas.
Encuestas de Pew Research de 2019 mostraron que los simpatizantes de estos partidos veían con buenos ojos las políticas de Trump, como las restricciones migratorias, con diferencias de hasta 40 puntos porcentuales frente a quienes los rechazan.
Su victoria en 2024 revitaliza estas conexiones, con figuras como Steve Bannon, exestratega de Trump, que promueve una red global de populismo de derecha, desde Japón hasta Hungría.
África y Asia
El trumpismo también incluye en líderes autoritarios. En Nigeria, cristianos conservadores aplaudieron sus comentarios sobre conflictos étnico-religiosos, mientras en Corea del Sur, el presidente Yoon Suk Yeol es calificado de «trumpista» por su populismo de derecha. Incluso en Japón, los «netto-uyoku» –ultranacionalistas en redes– han difundido teorías conspirativas de Trump, como las del fraude electoral de 2020.
Sin embargo, no todos ven en Trump una revolución ideológica. John Bolton, su exasesor, sostiene que carece de una filosofía coherente, y algunos analistas argumentan que su influencia es más emocional que programática, alimentada por el resentimiento más que por políticas concretas.
A pesar de esto, su capacidad para movilizar a los «perdedores de la globalización» –como los describen académicos– dio a la derecha global un manual: desafiar lo políticamente correcto, priorizar la identidad nacional y explotar la polarización.
A medida que Trump inicia su segundo mandato, su impacto trasciende lo doméstico.
Desde América Latina hasta Asia, la derecha encuentra en él no solo un símbolo, sino una estrategia viva para ganar poder en un mundo fracturado.
